jueves, 27 de diciembre de 2012

2012

Terminando una maleta que parece ser es para todo 2013, pero que sólo tiene como objetivo vestirme durante la siguiente semana, me llegó la inevitable recapitulación del 2012.

Si me hubieran preguntado hace un mes, hubiera dicho que fue un año del terror, que sufrí todos los desajustes emocionales y casi todas las pérdidas físicas que pude tener, hoy puedo decir que fue todo lo contrario.

Estaba tan concentrada en la parte negativa de este año que no me detuve a pensar que fue un año sin igual. 2012 fue el año en el que me propuse conocer todos los pueblos mágicos de México y aunque es una tarea difícil de conseguir siendo Godín, sé que voy por buen camino. Y debo decir que ahora entiendo por que son mágicos. No cambio esos road trips por nada del mundo. Baratos, llenos de comida y alcohol a un precio realmente de risa y por su puesto la buena compañía.

2012, también fue mi año más leído, fue el año en el que me decidí a cumplir pequeñas metas personales (que no compartiré) pero que logré. Probé cuánto alimento me pusieron enfrente (para los que me conocen sabrán que fue todo un reto), probé un par de bichos raros tanto gastronómicos como de otro tipo jajaja ;). Y sí, dejamos el gran reto para el final, el bendito helado, ya les contaré como será esa experiencia, aunque mis expectativas son muy bajas y seguramente lo odiaré más.

Definitivamente fue el año con más orgasmos musicales, toda la adrenalina contenida pude liberarla en cada uno de los conciertos a los que asistí. Y aprendí 3 grandes cosas en el camino:
1. No importa que tan lejos tengas que ir, Café Tacvba siempre vale la pena.
2. El frío de invierno logra que Mandito no se encuere.
3. Molotov es el único capaz de hacer que las mujeres heterosexuales pidamos que nos den papaya a gritos.

Las compañías fueron básicas para hacer de éstos momentos especiales y el que timing de los mismos siempre coincidió con mi mood sentimental.

2012, también fue el año en el que me involucré en cuanta madre espiritual se me cruzaba en el camino, me dieron una arrastrada (literal) en cada una de ellas, pero cumplieron su objetivo.

Dentro de unos días le digo adiós al año con más experiencias nuevas, con el corazón tranquilo, y dispuesta a cometer más pendejadas el siguiente año y ¿porqué no? los días que le restan a este.

Gracias a los que me acompañaron en esta travesía y bienvenidos a los que sumaron a ella.